Proyecto editorial «Colección Poética Godofredo Iommi»

De Amereida
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Proyecto editorial «Colección Poética Godofredo Iommi» 29 noviembre 2018, Sala de Música, Ciudad Abierta.
Encuentro en torno a la obra poética de Godofredo Iommi y su publicación, los libros y el espacio editorial que se abre para su poesía. Se exponen primeras ediciones junto a los libros recién aparecidos; Manuel Sanfuentes presenta el proyecto general de la «Colección Poética Godofredo Iommi».
Participantes: Manuel Sanfuentes, Marcelo Araya, Alejandro Lang, Nicolás Ibaceta, Patricio Cáraves, Sonia Heimpell, Mónica Parker, David Jolly M., Ana Paz Yanes, Boris Ivelic K., Francisca Mujica, Manuel Marchant, José Piga, Jorge Opazo, Patricio Peralta, Hans Bremer, Facundo Araya, Sergio Elórtegui, Isabel Margarita Reyes, Ana María Ruz, Jaime Reyes

En el marco de la puesta en valor de la obra de Godofredo Iommi (1917-2001),[1] las Ediciones e[ad] Escuela de Arquitectura y Diseño PUCV, ha creado la Colección Poética que lleva su nombre, en la cual se publican sus escritos teóricos en los que expone los fundamentos que constituyen hoy la poética de la Escuela, Amereida y la Ciudad Abierta.

Este encuentro que ahora tiene lugar remite particularmente a la aparición de los últimos dos libros de la Colección; a continuación los números aparecidos:

  1. Poética I Hay que ser absolutamente moderno, publicado en 2016 bajo el sello de Ediciones Universitarias de Valparaíso en conjunto con las Ediciones e[ad] Escuela de Arquitectura y Diseño PUCV y financiado por el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura; en el cual se exponen sus planteamientos en torno a la poética misma, la figura del poeta y su remisión a lo que él ha señalado como «modernidad».
  2. Poética II, Borde de los oficios, publicado este 2018 bajo sello y financiamiento de las Ediciones e[ad]; se leen escritos en torno a los oficios, las artes, junto a los postulados que Godo hiciera suyo en las circunstancias y escenario de la Reforma Universitaria de 1967 en la Universidad Católica de Valparaíso.
  3. Poética III, América, Américas mías, publicado también este año por las Ediciones e[ad] y financiado con recursos públicos del mismo fondo antes señalado del ahora Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.[2] Aquí se publican sus escritos en torno a la cosa americana, la tradición de occidente hasta la latinidad, la visión de Amereida, el Pacífico como desconocido, el propio norte, etc.


Expongo estas especificidades para notar que este proyecto editorial involucra para su consecución un conjunto de instancias e instituciones que acogen el proyecto y permiten su viabilidad: la Escuela de Arquitectura y Diseño de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y nuestro propio sello editorial; las Ediciones Universitarias de Valparaíso en el inicio del proyecto; el Ministerio de Cultura en sus apoyos económicos y la Ciudad Abierta y la Corporación Cultural Amereida de la que hoy somos sus huéspedes. (El volumen IV de la Colección, será respecto de ella –Poética IV Ciudad Abierta).

Debo advertir que a partir del volumen II, hemos decidido llevar adelante el proyecto con el sello de las Ediciones e[ad], inscrito en la Cámara Chilena del Libro como casa editora, lo que nos ha permitido una autonomía editorial, económica y administrativa que facilita la gestión del conjunto; a decir: inscripciones en el Departamento de Derechos Intelectuales y registros en el Estándar Internacional del Número de Libro, ISBN en sus siglas en inglés que administra en Chile la Cámara del Libro. Asimismo, hemos firmado hace un año un convenio con las Ediciones Hueders de Santiago, quienes además de excelentes editores, dirigidos por el mexicano Rafael López, operan como distribuidores en el ámbito chileno de sus propios libros y algunos sellos chilenos y extranjeros; esto nos ha permitido poner nuestros libros en librerías y establecer una presencia en el mercado general de los libros que antes no teníamos.

Se entiende que toda esta institucionalidad no tendría ninguna significación si no están las personas que hacen posible estos proyectos y los llevan adelante y que quisiera mencionar en un principio, pues me parece han sido capital en la realización de esta etapa nueva de publicación. Primeramente me gustaría señalar a Ximena Iommi Amunátegui quien con una gran devoción por su padre ha promovido la publicación de su obra; a través de su persona, en 2016, la familia Iommi-Amunátegui ha donado y puesto en custodia en el Archivo Histórico José Vial Armstrong de la Escuela, todos los papeles personales de Godo que conservaban; todos estos documentos, originales, inéditos algunos, correspondencias, etc., están hoy disponibles en el Fondo Iommi-Amunátegui de la Wiki Casiopea que administra la misma Escuela. Esto ha sido un gran aporte para el estudio de la obra de Godofredo Iommi, la poesía en general y para las futuras generaciones que estudien y ahonden en su trabajo. Junto a ella, está Juan Pablo Iommi, residente en París y también muy concernido sobre la obra de Godo, con quien hemos establecido los criterios editoriales, anotaciones, curia y edición de cada una de estas publicaciones que ustedes ahora tienen; también importante ha sido el lingüista griego-francés Christos Clairis en la revisión y corrección de términos griegos, particularmente en el escrito Sentido poético de la cólera, del volumen II.

En el ámbito interno de la Escuela, debo señalar también a los diseñadores Silvia Arriagada, Catalina Porzio y Luis Romanque, junto a ellos hemos definido los criterios gráficos, tipográficos, editoriales, de lectura y puesta en página de cada libro, teniendo siempre presente la experiencia del propio Godo en el ámbito editorial de la Escuela. Debo advertir que las publicaciones de su obra se han dado inicialmente al cuidado de Claudio Girola quien se sabe, publicó la toda la obra poética de Godo en la década de los 80s. A mi entender Claudio advertía la omisión de Godo en el escenario poético, por lo menos nacional, y trató –aunque muy internamente– de darlo a la luz, en cuanto otra y nueva postura poética; la impronta de Claudio en el ámbito editorial de la Escuela, junto al Taller de de Investigaciones Gráficas, han generado las bases de lo que hoy día son estas publicaciones.

Por otra parte se ha escuchado mucho de los propios deseos de Godo de no publicar y permanecer «inédito», cosa que se vuelve otra forma también de la vanidad –quizá dicho por él mismo–; pero no tengo muchas certezas; tal vez lo lamentaría en sus últimos días, no lo sé, no lo creo. Sin embargo entiendo esta postura a partir de sus postulados expuestos fina y claramente en la Carta del Errante de 1963, publicada en París inicialmente, y recién en 1976 acá en la Escuela por José Balcells como Memoria de Título de Diseño Gráfico –edición ilustrada por Claudio Girola; ella trata de la impropiedad, del abandono de la literatura, de la escritura, y el paso a la figura del poeta como un bardo que canta en medio de la multitud; él mismo habla del «fantasma de la obra»; a propósito del poeta, cito: «¿su acto no deja huella en el tiempo? / No, no deja una "obra"; pero él se inserta en una vía más profunda y escondida que el libro: en la leyenda». A partir de estas sentencias se puede entender la dificultad, por un lado, y la complejidad por otra, de la publicación de la obra de un poeta que ha puesto en cuestión su propia «obra». A partir de esto se puede pensar que lo expuesto acá sería un despropósito en relación a la voluntad del propio Godo, sin embargo, y mirando y releyendo sus libros y artículos publicados en vida, se puede aventurar que a dicha «leyenda» bien pudiera adscribírsele las palabras y escritos que le dan origen.

Pasa también, que casi la totalidad de los escritos que se leen en la «Colección Poética» actual, fueron en su momento, pronunciados por Godo en sus lecciones en la Escuela y la Ciudad Abierta, de modo que en un cierto punto y profundamente hay varias generaciones que tienen dichas palabras como un sello en su más profundo interior, cosa imposible de volver externa; lo que demuestra lo verdadero de la posición de Godo con respecto a las publicaciones. De hecho, hay antecedentes de una intensa discusión entre él y Carmelo Arden Quin, a propósito de la publicación de un libro que recogiera la experiencia de la phalène en Europa;[3] Arden Quin era contrario; a pesar de algunas recopilaciones de fotos y escritos al respecto (se puede consultar el documento Experiencia Poética en el Fondo Iommi-Amunátegui), nunca llegó a tener realidad. No así la aparición de Amereida en 1967; cuyo copioso debate para su realización da cuenta la enorme correspondencia en torno a dicha aventura –ver también mismo Fondo, particularmente la Carpeta Negra y la Carpeta H.

Cuentan también los hermanos Orquídeos que luego del Pacto de la Victoria en Buenos Aires, probablemente en 1939; Godo y los demás quemaron sus poemas de juventud; esto es: hacer desaparecer las lozanías poéticas que al fin dio pie a dicha reunión: la Santa Hermandad de la Orquídea. En este punto quisiera detenerme o aventurar algunas posiciones. El viaje al Amazonas (Río, Bahía, Piauí, Belém, Manaos, Leticia, Iquitos, La Paz y Buenos Aires), miles de kilómetros recorridos, tiene en un punto un carácter iniciático, de distanciamiento y a su vez de recogimiento, para abrirse a una realidad poética que volvía a la propia vida la experiencia de la poesía; la palabra y el lugar parecían resonar al unísono como entendemos hoy lo que llamamos el «acto». A mi parecer se desprenden dos lineamientos de este primer viaje: Primeramente la dimensión americana y la experiencia del territorio, el viaje y la revelación del continente; que particularmente para Godo, Mello y Abdías serán piedra fundamental de sus desarrollos poéticos y artísticos posteriores; y en segundo lugar, el valor de lo que se entiende por Hermandad, reunión, grupo, etc. como quiera llamarse a una experiencia verdaderamente colectiva que funda una visión del mundo común. (el sentido de pacto otorga a la reunión un sello dramático, destinal).

Esto es lo que nosotros hemos recibidos, unos de primera fuente otros con posterioridad; un proceder para las artes fundado en lo impropio que paradojalmente edifica su obra en un quehacer colectivo; y que Alberto Cruz llamó «Ronda». Ante esto, no es indiferente el abordaje de la obra de un poeta que así se ha desvestido, para vestirse bajo el atuendo más excéntrico posible y poético: collants o pantis rojas, para exponerse él mismo a la máxima ridiculez que la poesía exige: je est un autre, en el decir de Rimbaud; y así, volverse otro, por tanto inigualable, inmejorable, irrepetible e irremplazable.

¿Qué significa entonces, esta simplificación o reducción del poeta a mudas páginas sin su presencia o canto? Hemos de admitir esta delgadez del presente actual que no puede traer la presencia sino a través de la ausencia, del poeta y de su poesía. ¿Se reduce Godofredo Iommi con la publicación de sus obras? En un punto sí, puesto que su obra, como hemos visto, va más allá de la literalidad de un poeta o la mera existencia del poema. ¿Qué hacemos con el acto poético? Imposible retener. Creo que ha de reconocerse que el abordaje a su obra no ha de reducirse a estas meras publicaciones que hoy nos reúnen, y quizá otras que vendrán. Esto es un desafío al igual que la traducción de los poetas chinos o rusos al español… sin embargo leemos hoy a Mao, Mayakovski, etc. sin lo que llamamos severamente el «original»; pero hay algo que nos nutre que va más allá de la palabra y su traducción, incluso de la presencia, que es el espíritu que los actos-obras nos transmiten. Allí, las palabras son presencia de algo ausente; siempre, pero que permanecen como intactas para el porvenir. Creo que los Evangelios son un buen ejemplo del espíritu de la palabra que atraviesa lenguas, territorios, continente, mentalidades, etc… incluso a nosotros mismos. No obstante, esto abre un camino inmenso de cómo abordar hoy la obra de un poeta que nos ha abierto una realidad nueva en cuya existencia vivimos actualmente: La Escuela y la Ciudad Abierta son testimonio de ello sin que se pase necesariamente por lo que entendemos por su «lectura»; pasamos por la poesía. Digo que abre una realidad puesto que la posición poética que ocupa Godo, su ha-lugar, no ha sido aún evaluado por la crítica literaria actual; esto por varias razones; partiendo por su relación con Vicente Huidobro, su posterior matrimonio con Ximena Amunátegui, y el consiguiente aislamiento de la escena poética de los 50s –quizá Eduardo Anguita haya superado dicho tránsito e impedimento; luego, la venida a Valparaíso para la fundación de la Escuela y el Instituto de Arquitectura UCV en 1952, alejándose del centralismo de Santiago que gobierna todo el territorio nacional; y finalmente la fundación de la Ciudad Abierta –escenario raro para un poeta común– que lo descoloca de la ciudad normada por su cultura y lo metropolitano.

El primer volumen de la Poética fue presentado aquí mismo en la Ciudad Abierta hace un par de años, con gran público y fuerte resonancia interna, por los autores Bruno Cuneo y Pedro Gandolfo, quienes trataron honestamente de ubicar a Godo en un escenario más allá de nuestras localidades; sin embargo, ningún otro crítico ha sido capaz de redactar algunos párrafos públicos que reseñen esta empresa y la poética de Godo. Advierto quizá una lectura: los textos publicados en la Colección Poética Godofredo Iommi en un cierto punto tocan todavía el espacio que llamamos «hermandad-escuela-ciudad abierta» –un pensamiento todavía escolástico– que aún no toca la problemática de las artes y la poesía fuera de nosotros; cosa que sí aventuro, habrá de pasar cuando se publiquen sus poesías, trabajo inmenso, que luego de estos volúmenes, habrá de tratarse minuciosamente; a mi parecer, ellas pueden tocar directamente al lector «otro»; reconociendo sí el trance poético del que Godo surge.

Juan Larrea –leído y conocido por la Ciudad Abierta[4]– señala que «César Vallejo y Vicente Huidobro son los verdaderos poetas del continente sur y de la lengua por pertenecer a un nivel de más alta calidad trascendente que los otros; e inclusive del siglo, puesto que en ambos se plantean y viven los problemas universales de la naturaleza humana como auténticos índices representativos del Nuevo Mundo. […] Huidobro y Vallejo constituyen la verdadera vanguardia de la hispanidad. […] Ambos poetas de América del Sur son los portavoces heráldicos de los compromisos del Nuevo Mundo»[5] Más allá de una idea de época y vanguardia, me remito a la experiencia del lenguaje y a la poesía nueva que se ha dado, a través de ellos en el español, y no en la lengua francesa que ya había cerrado con Rimbaud toda posibilidad de «otra cosa». A mi entender, con algunos antecedentes que tenemos de Miguel Eyquem y otros, Godofredo Iommi llega a Chile en 1942 –luego del viaje de la Hermandad– expresamente para visitar a Huidobro, por lo tanto, a incorporarse a ese transe en que la poesía nueva inauguraba su renovación.

Un relato de Mario Ferrero, publicado en 1971, y titulado «Vicente Huidobro, ciudadano del mundo», da cuenta a mi entender del primer testimonio de Godofredo Iommi en Chile, y más que aludir a su poesía misma, lo que nos trae es el relato de un acto; estamos en casa de Huidobro en Cartagena: «Entre sus invitados se contaban el profesor Nicolai; Jaime del Valle-Inclán, hijo del ilustre don Ramón; el poeta Godofredo Iommi, descendiente de una rutilante familia de anarquistas italianos; Lenka Franulic y Juan Raúl Young, poeta argentino que tenía pactos con el Diablo. Godo Iommi y Juan Raúl Young habían construido con sus propias manos el talismán de Cagliostro [Conde Alessandro di Cagliostro s. XVIII: ocultista, alquimista y masón], agregando a los ingredientes de la novela de Huidobro todo aquello que la imaginación de dos poetas adánicos puede concebir como remotamente posible. Desde luego, habían reproducido el triángulo de Apolonio en madera de cedro del Líbano, y cubierto este con una fina piel de zapa clavada en sus extremos con los clavos del ataúd de una novia, muerta en noche de luna. Luego habían perfumado el talismán con mirra y esencia de sándalo y colocado al centro una cruz de pequeñas piedras amarillas. Sosteniendo en la mano izquierda el curioso amuleto y en la derecha una espada antiquísima, la cabeza cubierta con una capa negra […] , se arrodillaban frente al mar e invocaban el espíritu de los poetas malditos».[6]

Transcribo esta larga cita para dar cuenta que Godo, luego del «Dante o nada» ya antes pronunciado como un consigna («que terminó de arruinar, por completo, el proceso de su evolución poética», según Ferrero –ruina de la figura esperada del poeta–), había encontrado en Huidobro la abertura y cima que en el autor de la Comedia había marcado como máxima: el lenguaje nuevo y la nueva poesía permitían dar un paso más allá de esa «nada», se habría traspasado un límite; en absoluto se podría hablar de Godo como huidobriano; sin embargo, a partir de ahí (Cruz del Sur, supremo signo, avión de Cristo, en Ecuatorial –Madrid, 1918–) se podía dar con una poesía que des-cubriera una realidad nueva para América («Verbo América» dirá Roberto Matta); de allí el título que adopta el volumen II de la Poética: América, Américas mías, en el cual se leen los escritos que exponen el modo de concebir la historia, el arte y la poesía, desplegados en la extensión americana para signar con un trazado sobre nosotros el poema de Amereida; una palabra épica de, para y por América –su mito arcaico y remisión a la Eneida, por tanto a la latinidad; velis nolis, sí y solo sí, pasando por el equívoco (el caso de Colón), y por tanto del reconocimiento histórico que planteara O’Gorman de ella como una «invención»;[7] sino se admite dicho hallazgo, no se daría el don, o el regalo, y América se transformaría en mero «botín» como bien lo advierte Bruno Cuneo en el prólogo del volumen III.

«La figura poética de Godo dará lugar […] a formas de acción que se apartan del activismo intelectual y político, y que cobran espacio y tiempo en el cuerpo mismo de los que participan en nuevas formas de acción poética», anota Ernesto Rodríguez prologando el «Borde de los oficios»; en donde plantea el límite donde la acción se aparta de su finalidad, tal vez se oculta; mejor, algo habrá de aparecer de dicho desaparecimiento; en este punto, Godo se ha «apartado», incluso de su misma obra, y nosotros lo hemos hecho de sus palabras: «cambiar de vida quiere decir ser huésped»; por tanto impropio, libre incluso del propio destino. Acaso estas publicaciones, y nuestros propios actos, se inscriban en la transformación del presente en una realidad donde el tiempo acontece con las resonancias de lo que se ha pronunciado; asistimos al eco de esa palabra poética que ha-lugar; me explico: este lugar: la Ciudad Abierta.

Creo cada vez creo más que en poesía no existen discípulos, sino para robar del maestro lo más preciado; la heredad poética la reciben los pueblos, ellos son los depositarios de una lengua, de una palabra y por consiguiente un modo de proceder en común. El volumen próximo de esta colección es la Poética IV, Ciudad Abierta, oportunidad para releer el eco que resuena en los escritos en los que Godo modela las directrices y fundamentos de este «cambio de vida» que creemos aquí acontece. Esto es una novedad, una palabra que se nos ha ofrecido, recibido y hoy damos a los demás, no como una revelación conducente a, sino en cuanto ágape (una forma de amor) que prolonga el mundo fuera de nosotros. La poesía «es» fuera de nosotros, está siempre allá; solo está aquí cuando hay un acto; en todo otro momento está más allá. Así, la Escuela y la Ciudad Abierta y todos los huéspedes de ella, tienen su más allá en la poesía. Así ella nos arroja lejos, donde aún no hemos ido; nosotros somos el «texto indescifrables»[8] al que Godo le dedica un poema; solo la gratitud permite que haya obra; el espíritu materializa nuestras acciones en el rostro de lo que aquí entre nosotros ha acontecido: se revela un secreto. Son ahora, los Secretos de Eros, como se titula el volumen V de la Poética; en donde Godo, ya viudo, escribe cartas a la amada/amado; a veces es ella cuando escribe, donde expone todas las formas de amor que nutren la experiencia humana y la suya propia.

Y finalmente, para terminar, el último volumen, la Poética VI, Prosas inéditas; las que aún desconocemos, y que permanecen intactas, sin pronunciamiento, sin eco todavía; pero que hemos ido encontrado pertinentes publicar; en estos papeles Godo también tiene su más allá en Río, Buenos Aires, París, etc.; y su más acá con nosotros, en cada acto de su presencia. Volvemos a encontrarnos. Con respecto a su Poesía Completa, esperamos conformar en adelante una ronda para concebir una edición única de la poesía de Godofredo Iommi; por ahora estos dos volúmenes que hoy aquí nos reúne.

Notas

  1. Proyecto ID: 037.492-2015 Dirección de Investigación PUCV / Proyecto ID: 001-2016 Investigación e[ad] PUCV.
  2. Proyecto Folio 440685 «Poética II América, Américas mías, de Godofredo Iommi». Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura MINCAP, Región de Valparaíso 2018.
  3. «Dès le seuil», Carmelo Arden Quin; Revista Ailleurs, Nº nn p. 2-9; Paris 1963. El autor describe los procesos y preparativos de las phalènes realizadas en París con los poetas y artistas plásticos en conjunto con Godofredo Iommi, aquí en el texto como «I.».
  4. Luego de un acto realizado en la parte baja de los terrenos de la Ciudad Abierta, en el cual Godo lee la poesía de Juan Larrea, se decide realizar un viaje a Córdoba para visitar al poeta de Bilbao, que allí vivió hasta su muerte, y llevarle una «carta» de parte de la Ciudad Abierta. Se puede revisar la bitácora del viaje en el manuscrito Ida donde Larrea, Varios Autores. Ciudad Abierta 1977.
  5. «Vicente Huidobro en vanguardia», en Torres de Dios: Poetas; Juan Larrea, Editora Nacional; col. Libros de Poesía 1, pp. 75-178. Madrid 1982.
  6. «Vicente Huidobro, ciudadano del mundo», en Escritores a trasluz, Mario Ferrero; Ediciones Universidad Austral de Chile, Colección Biblioteca Luis Oyarzún, pp. 23-30. Santiago 2016 / 1ª ed. Santiago 1971.
  7. La invención de América, Edmundo O’Gorman; Fondo de Cultura económica, México 1958.
  8. En una nota manuscrita, Godofredo Iommi escribe una dedicatoria al Tratado de la Santa Hermandad Orquídea, en la que se lee: «el poema es apenas una nota de un texto indescifrable»